lunes, 6 de febrero de 2012

Jugando a ser Dioses

Esos hombres y mujeres que llegan en sus limusinas, que se sientan en sus cómodos sillones, frente a sus mesas de lujosa madera, con su calefacción o aire acondicionado, dedican horas a discutir de manera cínica, insolente y arrogante el destino de millones de personas. Ayer fue Libia, hoy Siria y mañana dios sabe quién. Como si de una partida de rol se tratara, cada uno mueve ficha en busca de su beneficio propio. Es una cuestión de fronteras, las suyas, y discuten por ver quien pone más tropas o mas influencia para evitar el avance del otro. Después regresan a sus casas, irónicamente enfadados por no haber logrado su propósito, o felices por haberse salido con la suya. No pasan hambre, ni frío, tienen seguridad privada y sirvientes.
Mientras tanto, en el otro extremo del mundo, hombres, mujeres y niños mueren, en el mejor de los casos de hambre o de un disparo certero. Tiene que ser frustrante alzar la mirada y ver como el mundo discute que armas seguirán matándoles. Porque se decida lo que se decida ellos seguirán muriendo. ¿No siguen muriendo en Irak, Afganistan, o Libia?
No existen el primer y tercer mundo. Estamos los mortales y los Dioses. Estos que juegan con nuestras vidas como si fuéramos cromos, o simples fichas de una cruel partida. Que hoy hay que generar una crisis, pues se genera, que hay que declarar una guerra y matar a miles de inocentes, pues se declara. Que hay que extender una pandemia, o simplemente no interesa erradicarla, pues se hace.
¿Que podemos hacer los simples mortales contra los Dioses? ¿cruzar los dedos para que no se fijen en nosotros? ¿asumir nuestro humilde destino? ¿Nada?...Los Dioses existen porque los simples mortales les permitimos existir.

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